Por Francisca Cortés Solari, Presidenta Ejecutiva Filantropía Cortés Solari.
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Los seres humanos dependemos directamente de los océanos, sea desde una perspectiva ambiental, social, cultural o económica. Estos nos proporcionan 55% del oxígeno que respiramos a diario, además de constituir una fuente esencial de energía y alimentos. Absorben mil veces más calor que la atmósfera para redistribuirlo por el planeta, mientras que sus ballenas capturan el 30% del CO2 que producimos, mitigando de esta forma el cambio climático.
Pero, sobre todo, los océanos representan más del 60% del PIB Mundial, evidenciando la urgencia de avanzar hacia una economía verde-azul, en donde el crecimiento económico sea marino sostenible.
Sabemos que los océanos están bajo amenaza, y por ende nuestra propia sobrevivencia. Sabemos de la acidificación creciente de los ecosistemas marinos, de las especies bajo amenaza antropogénica, de los desastres naturales múltiples, y de las islas de plásticos, del tamaño de continentes, que navegan nuestros mares.
¿Pero qué sabemos realmente de los impactos de la actividad humana sobre los seres vivos que lo habitan? ¿Qué escuchamos realmente de los océanos y sus seres vivos?
En el caso de Chile, y de la Patagonia Norte, mediante el uso de la tecnología de vanguardia, LIDO, hemos sido capaces de escuchar las profundidades del mar instalando “oídos inteligentes”, que nos permitan monitorear el mundo submarino y mejorar la toma decisiones del sector público, privado y sociedad civil.
La instalación de estos oídos inteligentes en los ecosistemas marinos permitirá escuchar los océanos, sus ecosistemas, y monitorear el impacto de diversas industrias sobre ellos. De esta forma, los oídos inteligentes se transforman en una herramienta esencial para la conservación marina o terrestre.
Esta tecnología se implementará en septiembre próximo en el marco del proyecto The Blue Boat Initiative, desarrollado conjuntamente entre el Gobierno de Chile y Fundación MERI, en la Patagonia Norte, el cual instalará oídos inteligentes para avisar a las embarcaciones de la presencia de ballenas, de manera de evitar que colisionen con estos cetáceos esenciales para la mitigación del cambio climático y de un valor ecosistémico fundamental.
Se trata de un proyecto de elevados niveles de Inteligencia Artificial que dejará instalada una capacidad única en Chile, no sólo para monitorear la presencia de ballenas, sino para escuchar los océanos, obteniendo datos que permitan el posterior monitoreo de su estado de salud, siendo una tecnología replicable en una diversidad de ecosistemas e industrias.
Recordemos que cada ballena azul captura 33 toneladas de carbono a lo largo de su vida. Este denominado “servicio ecosistémico marino” reduce la presencia en la atmósfera de uno de los principales gases causantes del cambio climático.
Ya estamos frente a un cambio de paradigma. Entendemos que los océanos no son únicamente fuente de materia prima. Considerando que la especie humana se está extinguiendo, debemos utilizar todas las herramientas que nos provee la ciencia y la cultura ancestral, así como de la mano del triángulo virtuoso, sector público, privado y sociedad civil, para cambiar el eje actual. Solo conectando la razón con el corazón lograremos cambiar el rumbo de nuestros destinos.
Fuente: La Tercera