Densos quillayes, tralhuenes, boldos y peumos; varios senderos de trekking y el entonado sonido de las ramificaciones del estero San José. Sorprendentemente, visitar el sitio de conservación que la reserva Elemental resguarda en el Cajón del Maipo puede convertirse en mucho más que escénicos paisajes. Por Marcela Saavedra Araya .
Es cierto: la zona central, durante los primeros días de la primavera, suele tomar colores tan vivos y vibrantes que parecieran de otro territorio, de otro universo. Así, durante los últimos días de septiembre y los primeros de octubre, los inmensos cerros de la cordillera, a la altura del Cajón del Maipo, se visten de tonos irreconocibles, de flores y de aves, para celebrar el fin de la temporada fría.
Eso pensé desde la ventana del auto, mientras nos internamos raudos por el pueblo de San José de Maipo. A las diez de la mañana, el plan consistía justamente en conocer qué tonalidades tomaba, en específico, la Reserva Likandes: una zona de conservación que hace 12 años comenzó a trabajar en educación ambiental en la cordillera.
Una entrada casi imperceptible y un llamativo letrero dispuesto a la derecha del camino marcaban el acceso. Desde el pavimento no se veía camino alguno, hasta que nos confirmaron que sí: había una bajada empinada por donde podíamos llegar. Avanzamos un par de metros por un camino de piedra y tierra hasta el centro educativo del lugar. Frente a nuestros ojos estaba la casona que funciona como centro de operaciones, el plácido sonido de los riachuelos y quebradas del estero San José, la higuera gigante, la huerta, el invernadero y las 188 hectáreas de bosque esclerófilo y montaña que protege esta reserva.
“Este lugar es un laboratorio natural abierto dedicado a la conservación de los distintos elementos de la naturaleza y a la transformación del ser humano. Creemos en el despertar de la conciencia a través de la montaña, el río, los animales y las rocas”, dijo al recibirnos Marcos Contreras, geólogo y director de las tres reservas Elementa que la fundación Filantropía Cortés Solari tiene a lo largo de Chile.
Likandes —añadió— significa piedra pulida de origen volcánico en mapudungún. Su nombre hace referencia a que el lugar tiene una edad geológica de más de 150 millones de años y a que está rodeado de enormes montañas, de ríos, glaciares, lagunas y fósiles. “Gracias al emplazamiento que tenemos, nuestra finalidad siempre ha sido convertirnos en un verdadero laboratorio vivo dedicado a la educación y la investigación de la geología, hidrología, la flora, fauna y la agricultura en la zona… Estas disciplinas hoy las trabajamos y las difundimos con la ayuda de diferentes universidades y a través de actividades educativas en la reserva”, explicó el director. De ahí, el propósito de este sitio, añadió.
Dicho esto, conocimos sus modernas terrazas de cultivo, donde experimentan con agricultura orgánica de albahaca, frutillas, acelgas y tomates. También hay un extenso jardín de suculentas donde estudian su capacidad para retener dióxido de carbono. Seguimos hasta una habitación que funciona como acopio de semillas orgánicas, y terminamos en “la maternidad de nativos”, donde reproducen especies del bosque esclerófilo como quisco, tralhuén, quillay o litre. “Nuestra meta es reproducir y replantar 1.500 árboles anuales. Esto solemos hacerlo en actividades donde vienen escolares a trabajar la tierra y a reforestar zonas que en el pasado fueron intervenidas”, explicó Marcos.
Aparte, Likandes tiene cinco senderos de trekking, cada una con códigos QR que van explicando las distintas especies de flora y fauna que se pueden encontrar, incluyendo zorro culpeo, degú, cóndores o águilas mora. El trekking más largo, máximo tres horas, llega hasta una cascada con vistas escénicas hacia el valle.
Aunque Likandes no está recibiendo visitas individuales, sí trabaja con grupos de mínimo cinco personas con reserva. “Para quienes vienen, ofrecemos las experiencias autoguiadas por los senderos de trekking y visitas guiadas para educar sobre geología, hidrología, ecología y cultura de esta tradicional zona de los Andes”, dijo Contreras mientras bordeábamos el estero San José por un camino rodeado de dedales de oro y quillayes.
El director agregó que también se puede participar de las reforestaciones, hay experiencias gastronómicas y hasta se puede venir a aprender de apicultura, agricultura orgánica, y hay actividades de astroturismo y de conservación.
“En unas semanas más haremos una liberación de tres cóndores juveniles, que fueron rescatados y tratados en un centro especializado. Ellos volverán a la naturaleza aquí, en su hábitat natural. Para venir, solo dejamos a todos invitados a seguir nuestras redes sociales y conocer lo que hacemos”.
Fuente: El Mercurio