Como parte de las estrategias de prevención relacionadas con la vuelta al colegio de sus alumnos, Finlandia anunció que fomentará aún más las clases al aire libre, una política que el país europeo ya implementa, pero que a propósito del nuevo coronavirus parece ser más pertinente: al no haber cuatro paredes que limiten el espacio, la posibilidad de mantener la distancia entre una persona y otra se vuelve mucho más factible.
A eso se suman otros beneficios. “Cuando tienes el mundo natural al alcance de tu mano, no se necesitan tantos juguetes, lo que significa menos superficies desde donde se puede transmitir el virus”, comentó a The Guardian la educadora de párvulos Zoe Sills, quien administra un jardín infantil en Escocia.
El país británico es otro que apuesta por el aprendizaje al aire libre para su retorno a clases, que ocurriría en agosto.
“Creo que el modelo puede desempeñar un papel importante en el contexto actual, especialmente en enseñanza básica, pero también en enseñanza media, porque no es simplemente un entretenimiento. Pasar tiempo fuera de la sala de clases tiene beneficios ampliamente reconocidos para el desarrollo de los alumnos tanto a nivel académico como de salud y bienestar”, indica a “El Mercurio” Pete Higgins, profesor de Educación en la Naturaleza y Educación Ambiental de la U. de Edimburgo, además de director del Centro de Experiencias en Educación para el Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas en Escocia.
Algunos beneficios que la revista Frontiers in Psychology ha destacado son el mayor desarrollo del pensamiento crítico, una menor interrupción a los profesores, el aumento de la motivación y la reducción del estrés en los escolares, una arista que se vuelve especialmente importante en tiempos de pandemia.
“Se pueden hacer actividades muy enriquecedoras; por ejemplo, en ciencias naturales es muy significativo que el niño indague fuera del aula y esté en contacto con la naturaleza, al igual que en otras asignaturas como arte. En zonas rurales los docentes utilizan mucho los espacios extramuros, entregándole un valor enorme a la riqueza que el terreno de la escuela ofrece. Ahí la naturaleza y sus componentes son aliados en el proceso de enseñanza-aprendizaje”, plantea Macarena Yancovic, directora de la Escuela de Educación Básica de la U. Finis Terrae.
A nivel local
A pesar de sus efectos positivos, Yancovic sabe que emplear el modelo no siempre es fácil. “La ubicación geográfica claramente es un factor que podría dificultar su aplicación, especialmente en regiones más lluviosas”, indica.
En el caso particular de Chile, en las ciudades los espacios abiertos alrededor del colegio no siempre son muchos y los patios al interior de estos pueden ser chicos, lo que dificulta mantener una distancia de al menos un metro.
“La mayoría de los establecimientos educacionales urbanos del país carecen de espacios exteriores de gran magnitud; a veces solo cuentan con una multicancha. Sería complejo ubicar a un número importante de estudiantes en ese tipo de espacios al mismo tiempo”.
Instaurar el modelo a nivel país “supone algunas cuestiones clave que deberíamos superar con mayores recursos económicos y preparación, pero claramente se ven escasos y difíciles”, agrega Sebastián Donoso, académico del Instituto de Investigación y Desarrollo Educacional de la U. de Talca.
Entre las limitantes que Donoso menciona están el traslado seguro —si se necesitan buses, el distanciamiento entre niños se vuelve poco efectivo—, las condiciones climáticas y la necesidad de recursos materiales que ayuden a que la experiencia implique un aprendizaje. Como ejemplo, menciona que aun estando fuera, se pueda tener “acceso a tecnología que permita el trabajo autónomo, por ejemplo, a tablets”.
Además, es probable que para aplicar el modelo se necesite de mayor personal para cuidar a los escolares, lo que no siempre es fácil de conseguir, dice.
Desde Escocia, la recomendación de Higgins es que no todos salgan al mismo tiempo, sino que “podría ser algo como que un tercio o la mitad de los niños estén en la escuela o, en el caso de quienes puedan costearlo, algunas clases se mantengan en línea. El otro tercio podría estar fuera del aula, ya sea en el terreno de la escuela, en un parque o en un espacio urbano cercano al establecimiento”.
Fuente: El Mercurio